El SIBO es una condición médica que puede afectar a personas de cualquier edad, género o grupo étnico, en la cual existe un exceso de bacterias en la parte superior del intestino delgado.. Normalmente, el intestino delgado contiene relativamente pocas bacterias en comparación con el intestino grueso. Sin embargo, en el SIBO, las bacterias proliferan en exceso en el intestino delgado, lo que puede causar una variedad de síntomas gastrointestinales.

¿Qué es el SIBO?

Este síndrome puede ser multifactorial, es decir que puede darse por distintas razones, como por ejemplo: anomalías anatómicas en el tracto gastrointestinal, alteraciones en la motilidad intestinal (en el movimiento coordinado de los músculos del tracto gastrointestinal), deficiencias inmunológicas, cirugía gastrointestinal previa, enfermedades subyacentes como enfermedad de Crohn, diabetes tipo 2 o esclerodermia, baja acidez gástrica (hipoclorhidria), mala función de las válvulas ileocecales, etc.

Algunas personas pueden experimentar empeoramiento de los síntomas con ciertos alimentos que son fermentables y pueden alimentar el crecimiento excesivo de bacterias en el intestino delgado.

Esto se debe a que las bacterias en el SIBO tienden a fermentar los carbohidratos mal absorbidos, produciendo gases y otros subproductos que contribuyen a los síntomas. Algunos alimentos que podrían empeorar los síntomas del SIBO son: azúcares fermentables, como la fructosa (presente en algunas frutas y miel), la lactosa (azúcar de la leche), o sorbitol y manitol (alcoholes de azúcar presentes en algunos alimentos y chicles sin azúcar); fibra insoluble (granos enteros y vegetales crucíferos como col, brócoli, coliflor); almidones resistentes (que lo contienen algunas variedades de papas, plátanos verdes y legumbres crudas); alimentos ricos en grasa.

Es importante destacar que la respuesta a los alimentos puede variar entre las personas con SIBO, y lo que desencadena síntomas en una persona puede no afectar a otra de la misma manera. Además, las necesidades nutricionales individuales deben ser consideradas, y las restricciones dietéticas deben ser implementadas bajo la supervisión de un profesional de la salud. Se recomienda acudir a un nutricionista especialista en SIBO.

¿Cómo saber si tengo SIBO?

El diagnóstico del Síndrome de Intestino Delgado con Sobrecrecimiento (SIBO) se realiza mediante pruebas específicas que evalúan la presencia y la cantidad de bacterias en el intestino delgado. Dos de las pruebas más comunes son el test de hidrógeno espirado y el test de metano espirado:

• Test de hidrógeno espirado: Durante este examen, se le proporciona al paciente una solución que contiene una fuente de carbohidratos, como lactosa o glucosa, que las bacterias pueden fermentar. Después de ingerir la solución, se toman muestras de aliento a intervalos regulares para medir la cantidad de hidrógeno producido. Si hay un sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, estas bacterias pueden fermentar los carbohidratos y producir gases como el hidrógeno, que luego se detectan en el aliento.
• Test de metano espirado: Similar al test de hidrógeno espirado, este examen implica la ingesta de una solución que contiene carbohidratos. Se toman muestras de aliento para medir la cantidad de metano producido. Algunas bacterias producen metano en lugar de hidrógeno durante la fermentación de carbohidratos. El sobrecrecimiento bacteriano con la producción de metano también puede indicar la presencia de SIBO.

Es importante que estos tests sean realizados bajo la supervisión de un profesional de la salud, ya que los síntomas pueden ser similares a los de otras condiciones gastrointestinales, por lo que es fundamental un diagnóstico preciso antes de iniciar cualquier tratamiento, el cual suele incluir antibióticos para reducir la cantidad de bacterias, y se acompaña con una dieta específica elaborada por un nutricionista (generalmente especializado en SIBO) y la suplementación de nutrientes para abordar los síntomas y promover la curación.

¿Cómo puede afectar el SIBO en mi calidad de vida?

El Síndrome de Intestino Delgado con Sobrecrecimiento (SIBO) puede afectar la calidad de vida de diversas maneras tanto a nivel gastrointestinal, como en la absorción de nutrientes, provocando problemas de salud físicos y/o psicológicos en el paciente. Algunos de los impactos en la calidad de vida pueden ser fatiga y debilidad; impacto emocional significativo contribuyendo al estrés, la ansiedad y la frustración; incomodidad social, especialmente si se experimentan gases, distensión abdominal u otros síntomas incómodos; limitaciones en la actividad física, etc.